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domingo, 18 de septiembre de 2016

LAS DISTINTAS VARAS DE MEDIR


Hoy voy a hablar de una cosa que por regla general me hace hervir la sangre: las distintas varas de medir.

Habitualmente solemos sacar nuestras propias varas de medir para analizar a las personas. Esto en numerosísimas ocasiones nos lleva a tener prejuicios o privilegios hacia unas personas en detrimento de otras, personas que son o cuyos actos son aparentemente iguales y que sin embargo nuestro grado de tolerancia o respeto hacia los mismos es diferente dependiendo de "quién tu seas". Si en algún ámbito esto es más palpable, sin duda es en el "mundillo" judicial.
En un día indeterminado de agosto, hallandome de guardia un magnífico y caluroso domingo de agosto, tuve que asistir a uno de los mayores bochornos a los que me he visto sometida desde que recuerde.
Mi cliente, un detenido por unos presuntos delitos de violencia de género, amenazas, lesiones y agresión sexual. Mi cliente, detenido e investigado, tiene como todos sabemos unos derechos constitucionales y fundamentales que le asisten, entre ellos precisamente el derecho a tener una defensa que lo defienda de la mejor manera posible y con todas las garantías.
Sin duda, ese día, los ánimos en un juzgado llamado "X" estaban más caldeados aún que el caluroso día de agosto que azotaba fuera del Juzgado. Parecía que el Sr. Detenido había decidido delinquir ese día de agosto, y no otro, para jorobar al Juez(a) y al (la) fiscal, quienes tuvieron que dejar sus compromisos familiares (a lo que haré referencia más abajo), para tener que trabajar por culpa de un machista maltratador.
Pues bien, hallàdonos en el escenario el fiscal, acusación, defensa y juez, comenzaron las declaraciones de víctima e investigado. Éstos dos tenían (y tienen) dos hijos, estaban en trámites de divorcio y tenían establecido un régimen de visitas a favor del padre, si bien lo habían hecho de mutuo acuerdo, pues no había nada homologado judicialmente. Después de la víctima realizar su relato y ratificar su denuncia, llegaron los turnos de preguntas. Cuando llegó mi turno, consideré apropiado preguntarle si ella tenía algún inconveniente en que mi cliente continuará viendo a sus hijos como lo venía haciendo hasta ahora (había solicitado una orden de protección con medidas civiles y penales, es lógico por tanto que le formule esa pregunta, a mi modo de ver). Lo que vino después fue un auténtico bochorno. El juez(a) poseído por el mismísimo Lucifer, y no exagero, prohibió literalmente a la supuesta víctima contestar a mi pregunta. Empezó a vociferarme delante de todos, incluido un policía y funcionario, a parte de los ya mencionados, recriminandome que como se me ocurre preguntar semejante cosa, que el (ella) tenía suficiente poder para mandar a mi cliente a prisión directamente y así no había ni régimen de visitas ni nada de nada. Que mi pregunta era totalmente impertinente. Todo ello para regusto y saboreo malvado del (la) fiscal, quien me miró con cara de evidente satisfacción.
Atónita y roja como un tomate, agache la cabeza pensando en que me resultaba paradójico que se estuviera allí tomando declaración a una supuesta víctima de la violencia machista, cuando el juez (a) que lo estaba haciendo era igual o más machista que el detenido. Sin duda, la forma de hablarme, mirarme, sus gestos de prepotencia, y sus gestos de desprecio me hicieron pensar.... ¿Así tratará a su esposa/marido? Vaya... Qué curioso. También pensé, en esos segundos de bochorno, que el Sr juez (a) ya sabía, antes de tomar declaración a mi cliente, que lo enviaría a prisión. No voy a ser yo quien ponga nombre a esto, ya lo hace por mí el artículo 404 del código penal.
Especial mención he de hacer al (la) fiscal que sin miramiento ninguno, no vaciló en atender una llamada personal en mitad de la declaración de "SU" victima, todo ello con el beneplácito del Sr juez (a) por supuesto. No perderé el tiempo diciendo que hubiera pasado si la del teléfono hubiera sido yo ( o mi compañera que ejercía la acusación particular), porque es evidente, y encima ambas abogadas de oficio!!
Le tocó el turno a mi cliente. La cara de asco con el (la) que juez y fiscal lo miraban continuamente así como el ambiente de chulería y tensión que se palpaba, no hacía más que intimidar a mi cliente , a quien no olvidemos, amparan unos derechos, entre ellos también el derecho a ser tratado con respeto por los funcionarios de Justicia, con independencia de lo reprochable que puedan resultar los hechos por los que estaba allí. El (la) fiscal, no en pocas preguntas se reía con cierta sorna y satisfacción de ver como el detenido incurría en lo que para el(ella) eran claras contradicciones. Fue la verdad que bastante lamentable.
Finalmente, el (la) fiscal, solicitó prisión preventiva para mi cliente, la cual fue concedida por el (la) juez, obivamente. Baste decir que tanto mi compañera de la acusación como yo pusimos en tela de juicio si el hecho de ser agosto y domingo pudo influir en algo la decisión de ambos, pues bajo nuestro humilde punto de opinión, ambas habíamos asistido a cosas más graves en otros Juzgados (incluso en el mismo) y no habían tenido tan fatales consecuencias. Pero eso es harina de otro costal y una simple opinión subjetiva.
La segunda parte del bochorno vino aquí precisamente. Como muchos compañeros míos saben, cuando se hace la comparecencia del art. 505, a veces se celebra en sala y otras a caraperro del funcionario que previamente ha tomado declaración a víctima, investigado y testigos si los hay. Ese día ocurrió lo segundo. Teniendo en cuenta que llevábamos más de 3 horas en el Juzgado (pues tuvimos que esperar a que la letrada de Violencia de Género de guardia acudiera, desde bastante lejos) y teniendo en cuenta que en todo momento estuvimos de pie, al dictarle al funcionario mis motivos de oposición a la prisión provisional solicitada por el ministerio público y acusación particular, se me ocurrió apoyar levemente mi trasero en la mesa del funcionario para apoyarme un poco ya que el dictado se estaba haciendo largo. ¡Para qué quise más! lo que vino después fue la bronca mas estrambótica y sinsentido que he vivido en mi vida. El (la) juez me dijo que qué falta de respeto era esa para mis compañeros, para el (ella) mismo, incluso para mi cliente. ¡Que todos estábamos de pie! ¿¡Qué era eso de apoyarme?! el matiz está en lo que he dicho anteriormente. Fue un acto reflejo fruto del cansancio de llevar toda la mañana en pie de guerra (antes tuve que asistir al detenido en comisaría, la misma mañana). En cualquier caso ¿es eso una falta de respeto, y sin embargo, no lo es que el (la) fiscal abandone una declaración de una víctima para atender una llamada telefónica personal y ni si quiera pida permiso ni pida disculpas después? ¿Fue realmente necesario que no se me dejara preguntar libremente y que se me estuviera intimidando constantemente, como si defender a un supuesto maltratador fuera un delito en sí mismo? ¿no merezco el mismo trato que el Sr (Sra.) fiscal? También puede ser que, al fin y al cabo, no sea más que una abogada de oficio.

Elena Romero.

1 comentario:

  1. La CORRUPCIÓN invade todos los estamentos de esta PSEUDO-DEMOCRACIA.
    Porque un juez DEBE mantener su ecuanimidad y serenidad en el ejercicio de su función o ABANDONAR su puesto.

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